Carpe DieM.

Las mujeres tenemos que ser buenas. O por lo menos aparentar. Nos lo metieron en la cabeza desde chicas a fuerza de fábulas, cuentos de princesas y telenovelas. Cambian las historias y las protagonistas, pero el final siempre es igual: las perdices se las come la virgen de corazón puro, por más tonta que sea. Cuando soy buena porque soy buena, cuando soy mala, soy muchísimo mejor. Me aburre ser buena, las buenas terminan igual de mal o peor que las malas. Se aburren tratando de dar lo mejor de ellas, tratando de esconder, celos, bronca, ideas. Es muchísimo más divertido ser mala, y ser mala con todo lo que eso implica. Al final de cuentas salimos ganando igual y lo disfrutamos. No hay que ser ‘careta’ si no lo opinas lo mismo, o se te pasan por la cabeza miles de cosas, nadie te obliga a callarlas, grita. GRITA lo que pensas. Es lo mejor que podes hacer, más de una vez me paso de decir que no me importaba, ¿Qué soy el confesionario de gh? Escucho a quien yo quiero y a quien quiero, y si te presto mi oreja no te asustes a escuchar mi opinión aunque sea la que menos esperes. Y si te escucho es por mi, no por vos. Tratando de ocultar siempre lo que son, siempre quedando bien preguntándoles a todos como están, y si están mal, bancandote dos horas la historia del novio, de la prima de la compañera de tu amiga, para no quedar mal. ¿Y A MI QUE CARAJO ME IMPORTA? Es lo mejor que podes hacer, no escuchar y seguir, no es que dejar de ser buena, dejas de ser hipócrita. Al final de cuenta, es más confiable la gente así, que cuando te escucha sabes que es porque te aprecia, y cuando te aconseja quiere lo mejor para vos, que aquella gente, que esta por estupideces, y que te dan el mismo consejo que te da facebook.